Precisamente el día 26 de Octubre cumplía los 40 años.
De este se acuerda muy bien el de siempre, pues se veía desde La Gomera, y en su casa habían puesto reborde en las mesas, pues se notaba un ligero movimiento que iba desplazando los platos hasta acabar en el suelo.
Pues nos dirigimos hacía el sur. Hacía Fuencaliente que es la zona de volcanes.
Para mi sera Fuencaliente toda la vida.
Siguiendo las indicaciones llegamos al Centro de Visitantes del Volcán San Antonio.
- Yo quiero ver el Teneguia insistí terca.
El centro fue inaugurado en el año 2.001. Hay cafetería, vídeo sobre el tema.......etc
Una señorita muy amable nos dijo que primero visitáramos el volcán.
- ¿Y el Teneguia? pregunto tozuda.
Cuando termine el paseo se ve a lo lejos.
Nos lanzamos de entrada solamente. Enseguida me di cuenta que no tenía nada de legionaria.
Se toma un camino que lleva directamente al cráter del volcán San Antonio, se bordea este y llegas a un mirador desde donde se ve el Teneguia y el faro.
Cuando empezamos a bordear el cráter la cosa cambio.
Camino de arenilla resbaladiza, sin protecciones a los lados, estrecho sin exagerar.
La gente iba y venia tan tranquila.
Anduve unos 200 metros y me quede como una estatua de Pompeya. Quieta, quieta.
¡Me entro un canguelo!
Quieta me quede. Como una estatua de sal.
Pensaba:
A poco que me desvie del centro de este caminito la arenilla esta suelta, puedo resbalar, me pueden empujar sin darse cuenta, me puedo desmayar del miedo .................. para que voy a sufrir un kilómetro de ida y la vuelta para ver una birria de mirador.
El de siempre se había quedado atrás disimulando. Luego dijo que cuando iba a ponerse a ello yo ya volvía.
El caso que allí parada medite seriamente si me compensaba pasar un mal rato.
Por un lado veía a todo el mundo como Pedro por su casa, a mi me apetecía ver el Teneguia, por otro no había quien me hiciera dar un paso.
Así que muerta de vergüenza y frustración, decidí que no me compensaba hacer la travesía.
Me volví.
-¿Por que volviste? me dice el de siempre.
- Me dio miedo y como tu no venías.
- Es que te adelantaste.
- Dejate de historias que tu tampoco querías ir.
Luego me entere que a mucha gente le pasaba lo mismo que a mi, pero no me sirvió de consuelo.
Si el camino hubiera tenido unas piedrecitas a los lados como este me hubiera animado.
Ya estaba dispuesta a renunciar al Teneguia.
Escogimos una, pero nada más salir de allí vi un cartel que ponía Volcán Teneguia.
- Vete por ahí le digo a mi marido.
Como era una de las rutas que nos habían dado, me hizo caso.
Por coger ese camino hicimos una hora de más. Nos paramos donde comenzaba el sendero para ir al Teneguia, pero había que andar bastante. Desde lejos se veía.
Como se le rompió el cráter sabes que es el volcán porque te lo dicen. Ha quedado como un roque. Una desilusión.
En la foto de abajo se ve al final.
Se nos hizo interminable y no estábamos muy seguros de llegar al destino.
(El destino mañana)