La tragedia del trasatlántico italiano que llena estos días los telediarios me ha hecho recordar una experiencia que tuve hace unos 45 años en un barco de Trasmediterranea.
Nunca hice un crucero, pero en barco, ferry o canoa monto varias veces al año.
Actualmente los cruceros en naves tan grandes me recuerdan a los grandes centros comerciales y no me apetecen nada. Si me iría en otros cruceros de menos personas que los hay estupendos, pero son carisimos.
La mar me da respeto, pero piensas que existe un chaleco salvavidas o un madero y no necesariamente pierdes la vida. El avión me da bastante más yuyu.
En aquella ocasión viajábamos de Santa Cruz de Tenerife a Málaga. El viaje duraba dos noches y casi dos días. Ibamos el de siempre, nuestro hijo mayor de 5 meses, la chica que lo cuidaba y yo.
Era domingo y estábamos oyendo misa en una especie de pasillo del barco. En aquellos años se respetaba la misa de los días festivos.
En esto que tripulantes empiezan a pasar a todo correr entre el cura y los asistentes a la celebración.
- Que mal educados me comento mi marido.
De pronto una voz angustiosa se oyó por los altavoces:
- Fuego, fuego a bordo, todo el personal se presente en tal sitio.
Quedamos todos lívidos.
El sacerdote se vuelve y nos empieza a dar un sermón sobre que la muerte nos acecha en cualquier momento.
Se quedo solo.
Lo primero que hicimos fue ir a buscar a nuestro hijo. Yo de paso cogí el dinero. El de siempre más practico, una vez en el lugar de reunión, se metió en el bar y cogió varias botellas de agua mineral que metió debajo del capazo del bebe.
- Para que quieres el dinero me dijo la compañía te dará todo lo que necesites cuando llegues a tierra, es más importante el agua pues no se sabe el tiempo que estaréis en el bote salvavidas y por lo menos que el niño pueda beber.
Tenia razón tengo que reconocer aunque me pese muchas veces dársela.
- Mira le dije, como primero se ponen a salvo los niños, las mujeres y los viejos, a ti te toca salir con el capitán y que hago yo en Marruecos sin un duro y con un niño de 5 meses.
El barco inmediatamente puso proa a la tierra que teníamos más cerca.
En estos casos siempre hay gente que se pone muy nerviosa, así que hubo sus momentos de confusión y tensión.
Afortunadamente al final pudieron apagar el fuego que ya había quemado algunos camarotes de la tripulación, el comedor de oficiales y estaba cerca de la sala de maquinas.
Y ese era el problema, si hubiera llegado aquello hubiera explotado y no nos hubiera dado tiempo a salir del barco.
Una vez pasado el peligro el capitán nos hecho una bronca espantosa, pues el fuego se había producido por un pitillo que al echarlo por la borda volvió y entrando por el ojo de buey cayó en la cama del cocinero que en aquellos momentos estaba preparando la cena.
Además nos dijo que por la mañana había habido otro incendio (que no nos enteramos) que quemo dos coches que iban en cubierta, por el mismo motivo.
Cualquiera que haya ido alguna vez en barco sabe que no se pueden tirar los pitillos por la borda y además te lo dicen continuamente que es preferible que lo tires al suelo y lo pises si no tienes cenicero a mano.
Aquel día a la hora de la cena estábamos lleno total. Gente que nunca salia de su camarote por aquello de mareo habían espabilado por la vía rápida.
Cuando llegamos a Málaga eramos todos intimos amigos.
Y a continuar el viaje en coche hasta Gijón. Mil kilómetros de nada.
¡Que viajes aquellos!
Todavía se me ponen los pelos de punta de pensar que me pude ver en un bote salvavidas, a mis 20 años, con un bebe de cinco meses en medio del Océano Atlántico.
El de siempre con el capitán. Creo que era el más joven de los pasajeros.
lunes, 16 de enero de 2012
domingo, 15 de enero de 2012
El clima y las personas
La primera vez que llegue a Canarias, a mis recientemente cumplidos 20 años, me pareció otro mundo.
El calorin que sientes por todo el cuerpo y la alegría del cielo y la luminosidad te hace sentir más joven.
En la foto en la isla de Tenerife un cielo sin una nube.
Y así todos los días.
Te olvidas de abrigos, de chaquetas, de edredones para dormir, de zapatos cerrados.......etc.
Azul, azul, azul por todos lados, en el mar y en el cielo.
Fuera humedad y fuera lluvia.

Seco si, no voy a negarlo, pero luminoso.
Hasta cuando llueve y el paisaje se vuelve oscuro lo agradeces.
Es cuestión de cinco minutos, al momento vuelve a brillar el sol.
Así que trasladarse en pleno enero de Canarias a Gijón es suicida.
Eso si, esta todo verdisimo.
Dicen que los del norte tenemos un carácter muy seco, no me choca estamos tiesos como la mojama. De todas maneras a veces prefiero esa manera de ser que la demasiado edulcorada de otros lugares.
Todavía no hemos conseguido entrar en calor por mas abrigo, calcetines y demás ropa que nos ponemos encima.
Y además con la calefacción a tope. Con lo caro que esta el gas no quiero ni pensarlo.
Seis meses sin ver el sol es para poner majara a cualquiera.
Y no es que compare mi pueblo con esos sitios, esto es mucho mejor.
Las personas de países cálidos tienen otra alegría.
Acabo de llegar y ya me dan tentaciones de irme.
Aquí como que nunca amanece. A las 9 de la mañana parece que son las ocho de la tarde con tanta oscuridad. Es que no apetece ni levantarse de la cama.
Hemos pasado de los 24 grados grados día y 18 noche a ocho día y 4 noche mas o menos.
y 20 grados menos son muchos grados.
Siempre encontré raro que los jubilados europeos dejaran su país y su gente de toda la vida y se vinieran a vivir a las islas, ahora lo entiendo. Es vivir con alegría o sentirte un viejales.
Brrrr que frío, no se si lo aguantare.
Lo que no cabe duda que a mejor tiempo, mejor humor. El sol es necesario para nuestro ciclo vital.
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